Una cascada en Morlongo.
Santa Eulalia de Oscos |
Villanueva de Oscos |
Hacía un frío en León de tres pares, y días antes me dijo Slow que había que ir a pescar a los Oscos, hice un agujero en el hielo, preparé la caña, el cebo, tiré el anzuelo y picaron dos. Salimos de Gijón en compañía de Jopeso Alejandra y Slow, lo que diga la rubia y yo por la costa, hasta el Mesón La Granda en Villademoros, para tomar el café o lo que pinte, esperar a los de las motos grises Cristalines y Victor que venían del frío y despedir a Jopeso.
Pronto llegamos a Morlongo, donde paramos a ver la cascada
y otras cosas.
Cruzamos el río, para probar si el goretex de nuestras botas aún reunía buenas condiciones, un grupo de Gnomos revoltosillos se reían de nosotros y esperaban conseguir una buena foto.
Tu pasa de ellos tronco.
En la otra orilla nosotros nos partíamos de risa pensando como volver,
cascadas y raudales de risas, el goretex aguantó bien.
Regresamos por lo seco a por las monturas y continuamos para ver
el hada del espejo en Santa Eufemia, y dos puentes,
comimos y reímos, o reímos y comimos
en el área recreativa.
Seguimos rumbo
aparcamos,
comenzamos a recorrer la aldea
y a gastar baterías,
mientras nos sentimos observados.
Todas las casas son ojos
que resplandecen y acechan.
Todas las casas son bocas
que escupen, muerden y besan.
Todas las casas son brazos
que se empujan y se estrechan.
De todas las casas salen
soplos de sombra y de selva.
En todas hay un clamor
de sangre insatisfechas.
Y a un grito todas las casas
se asaltan y se despueblan.
Y a un grito, todas se aplacan,
y se fecundan, y se esperan.
Miguel Hernández.
Cuantos contrastes
en poco espacio.
Donde habite el olvido,
en los vastos jardines sin aurora;
donde yo sólo sea
memoria de una piedra sepultada entre ortigas
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde mi nombre deje
al cuerpo que designa en brazos de los siglos,
donde el deseo no exista.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
no esconda como acero
en mi pecho su ala,
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento.
Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya,
sometiendo a otra vida su vida,
sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
disuelto en niebla, ausencia,
ausencia leve como carne de niño.
Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido.
Luis cernuda.
Seguimos hasta llegar a un bonito rincón
donde el agua juega en el tobogán de roca,
descansa a la sombra
o se deja caer despacio, alargándose, al pequeño riachuelo.
De regreso encontramos varios tipos de Cladonias
con su llamativo color rojo causado por el ácido rodocladónico.
Pasa despacio el tiempo
en estos húmedos lugares,
fríos, distantes.
El último que cierre la puerta.
Seguimos hasta Santa Eulalia de Oscos para tomar la última y despedirnos de los hombres de las monturas grises que vinieron del frío,
nos subimos a la serpiente de asfalto,
recorrimos montes y valles acompañando a nuestros amigos hasta Campomanes deseándoles buen camino de regreso como dice César a Invernalia.
Saludos
A los Gnomos revoltosillos les ha gustado la crónica jejeje
ResponderEliminarAbrazotes,
Y a la rubia también, casi se me parte de risa al ver el cabezo que le puse, dice que los revoltosos somos Cesar y yo, no se porqué, no se. Un abrazo.
ResponderEliminarQue si, que buenos recuerdos del diá que pasamos.
ResponderEliminarQue si, que salimos de Invernalia que hacía fresco en esa ocasión.
Que si, que dos monturas grises que regresaron acompañadas hasta el muro.
Que si, que saludos que hace ya hora de reanudar algo la cosa.
Pues no se yo si es que sí te ha gustado, no tengo tiempo, no tengo tiempo como el conejo de Alicia.
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